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PRESENTACIÓN, NUDO Y DESENLACE
El papá de Alfredo era un hombre
importantísimo y ocupado que dedicaba muchas horas al día a trabajar, e incluso
ocupando fines de semana. Alfredo, un pequeño inocente con ganas de jugar a
todas horas y ansioso por recibirlo de su querido papá. Todas las mañanas, su
padre seguía la misma rutina: café bien cargado, ducha y maletín en mano. Por supuesto,
su móvil siempre lo acompañaba. El
regreso a casa era difícil de saber, pero nunca antes de las once de la noche…
Eran muchas las mañanas que
Alfredo corría a la puerta de la calle cuando oía a su padre salir de casa,
para preguntarle cuando volvería o cuando podrían jugar juntos. La respuesta de
su papá era siempre parecida, “no puedo, tengo asuntos que resolver” o “intentaré
llegar lo antes posible”. Pero esta mañana de domingo, Alfredo quiso saber más, y no satisfecho le indagó
más, él quería saber cuánto de importantes eran esos asuntos. “Porque si salen
bien, serán un gran negocio para la empresa, la empresa ganará mucho dinero y a
mi es posible que me asciendan de puesto.” Alfredo gritó de alegría y corrió a
los brazos de su padre, “¡qué bien! ¡Entonces podrás jugar más conmigo!”
Su papá quedó pensativo, y sin
parar de mirarle a los ojos soñadores de Alfredo. Entonces le explicó que si
todo eso ocurriese en la empresa podrían tener una mejor casa y más grande,
donde guardar más juguetes. A Alfredo le gustaba aquella casa, no entendía por
qué sería mejor tener otra más grande. Dudo un momento, pero al final sonrió.
Alfredo exclamó: “si a mí papá le
va todo bien en el trabajo, podremos hacer más cosas juntos y yo esperaré los
años que haga falta”.
Su padre lo miró fijamente, lo
cogió de la mano y lo condujo hacia la casa. Sabía que Alfredo crecería rápido
y no lo iba a poder esperar por mucho más tiempo. Soltó el maletín, dejo el
ordenador y la chaqueta, y pensó: “el ascenso y la casa podrán esperar unos
años. Esto es lo que realmente me hace feliz”. Lo besó y comenzaron a jugar y a
disfrutar juntos.
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